3.08.2024

After such pleasures

 

Esta noche, buscando tu boca en otra boca,
casi creyéndolo, porque así de ciego es este río
que me tira en mujer y me sumerge entre sus párpados,
qué tristeza nadar al fin hacia la orilla del sopor
sabiendo que el placer es ese esclavo innoble
que acepta las monedas falsas, las circula sonriendo.

Olvidada pureza, cómo quisiera rescatar
ese dolor de Buenos Aires, esa espera sin pausas
ni esperanza.
Solo en mi casa abierta sobre el puerto
otra vez empezar a quererte,
otra vez encontrarte en el café de la mañana
sin que tanta cosa irrenunciable
hubiera sucedido.
Y no tener que acordarme de este olvido que sube
para nada, para borrar del pizarrón tus muñequitos
y no dejarme más que una ventana sin estrellas.



Julio Cortázar

2.01.2024

Amor Gangrenado

 


Sentí como si me hubieses amputado de ti. En un corte preciso, incisivo y fugaz.

Sentí que era un brazo, una parte de tu cuerpo; una parte tuya, biológica, como eres tú -aún- parte de mí. Pero este brazo, esta Mayra, cometió un error. Comenzó a sentir por sí misma, a sentir amor, y lo peor, es que el amor empezó a brotar, a manifestarse, de a poco, por las uñas, por los dedos, por las palmas...había empezado a subir por tus muñecas y antebrazos cálidos, siguiendo el mismo recorrido que hace la sangre por las venas. Pero el error fue que, para ti, no era amor eso que se apoderaba de tu brazo, era otra cosa, una especie de gangrena, algo malo, que no correspondía sentirse: era un problema. Muchas veces lo señalaste como un problema; la contradicción; la terrible situación de sentir amor cuando no querías sentirlo. Solo necesitabas un arma para poder amputar este brazo gangrenado, antes de que se apoderara por completo de tu cuerpo. Fue angustiante esa búsqueda y esa espera por el arma, porque el amor subía de a poco, pero calando profundo y no había forma de detenerlo. Pero el universo siempre provee de lo que uno necesita para salvarse cuando se siente en peligro. Para ti fue otro amor el que usaste como arma, un amor mucho más certero, con historia y con futuro: el amor por tu hijo.


Ojalá hubieras sabido que mi amor no era gangrena en tu vida, ni necesitabas ponerlo a competir con otros amores; todo lo contrario: de haberlo aceptado con el corazón y haberte rendido -como yo me rendí- habrías comprobado que, cuando el amor hubiese llegado hasta el último rincón de tu cuerpo, no existía escenario alguno incapaz de ser superado por este amor puro, sincero y real, más real que cualquier otra cosa que nuestros cuerpos hayan experimentado antes. Ahora permanecerá dormido, en un profundo sueño, hasta que decidas despertar y volver a mis brazos, a ese brazo en particular, del que solo florece amor.